Por San Blas, la cigüeña verás.

                           

Se cree que “el señor” san Blas (o Velasco), nuestro patrón, nació en Armenia en la segunda mitad del siglo iii. Su vida está llena de leyendas y relatos milagrosos que hicieron de este santo oriental uno de los más populares de la Edad Media en Occidente, por lo que son numerosos los templos y altares que se dedicaron a su memoria en España y otros países europeos.

La hagiografía refiere que su virtud y desprendimiento favoreció el que fuera nombrado obispo de la ciudad de Sebaste, hoy Sivas, en la actual región turca de Anatolia. Blas alcanzó gran fama como médico (sanador) y taumaturgo, hecho que propició su abogacía en la curación ―especialmente― de las afecciones de garganta y respiratorias; desde las más benignas: esquinencia (anginas), hipo, tos convulsa (tosferina o coqueluche), a las más graves, así la difteria (el famoso garrotillo).También sería invocado contra los males de vesícula, los desastres naturales y animales perjudiciales, sin olvidar la particular protección que dispensaba a oficios relacionados con la arquitectura, como albañiles, canteros, yeseros  o carpinteros de obra, entre otros muchos.  Se le suele asociar con otros santos intercesores o auxiliadores, sobre todo, san Erasmo (Elmo) y san Gil (Egidio).

Según la tradición, era de carácter amable condición que, al igual que sucedió con san Francisco de Asís, le hizo ganar la confianza y compañía de los pájaros además de los animales salvajes cuando hacía vida eremítica en una cueva del monte Argeo, al punto que las fieras aguardaban a la entrada de la gruta a que terminase de orar para recibir su bendición y curar sus males, de ahí que se le considerase también veterinario.

Parece que murió mártir durante la persecución de los cristianos llevada a cabo en tiempos del emperador romano Licinio, el 3 de febrero del año 316, fecha en que es conmemorado. Apresado por su condición de cristiano y no querer renegar de su fe, sería apaleado y desgarradas sus carnes con cardas o rastrillos de hierro amarrado a un alto poste. Incluso se le arrojó a una laguna para que se ahogara, de donde “fue sacado por Dios salvo”; suplicios que resultaron inútiles. Finalmente, fue decapitado. Siete mujeres que recogían en lienzos la sangre que brotaba de sus heridas y confesaron su fe en Cristo, sufrirían asimismo martirio.

Uno de sus milagros más conocidos, que realizó cuando estaba encarcelado, fue salvar la vida de un muchacho que se asfixiaba al tener atravesada en la garganta una espina de pescado que no podía expulsar. Por ello, cuando los niños se atragantaban o enfermaban de la faringe las madres rogaban al santo repitiendo: San Blas bendito, que se ahoga este angelito.

Como figura piadosa san Blas es representado con vestiduras episcopales: mitra, báculo y capa pluvial. A veces porta una carda alusiva a su tormento, circunstancia que le convirtió en patrón de los cardadores de lana. Otro de sus principales atributos es una o dos velas en la mano. Sabemos que la parroquia contó con una imagen del santo titular y que se hizo una nueva, debido a la antigüedad y mal estado de la primitiva, durante la mayordomía de Alonso Núñez de Andrés (1805-1807), por la que se abonaron 820 reales, de los cuales 160 los sufragaría el verdejo Blas Rodríguez, sin duda devoto del santo homónimo.

Fueron muchos los naturales de Valdeverdeja bautizados con el nombre del querido patrón de la villa, que sigue celebrando su natalicio con una misa mayor. Para conferir más solemnidad al acto, se invitaba ―como ahora― a predicadores  foráneos para pronunciar el sermón. En 1698 se pagarían al preste que vino 60 reales por dicho cometido. Tenemos noticia que en el año 1808 no pudo hacerse la prédica “por las turbulencias” de la Guerra de la Independencia. Al concluir el solemne oficio religioso se procesiona  por las calles del pueblo con la imagen de san Blas  y, a su regreso, en el pórtico eclesial, se canta el tradicional y añoso himno dedicado al santo:

San Blas glorioso, patrón divino, tuya es la gloria, tuyo el honor.

En este día, te veneramos, con alegría junto al Señor.

La dulce Armenia, te vio nacer,

a nuestro pueblo diste el placer.

Pues tú quisiste, vivir oculto,

mas Dios no quiso darte ese gusto.

San Blas glorioso, patrón  divino, tuya es la gloria, tuyo el honor.

En este día, te veneramos, con alegría junto al Señor.

Después, se venden los coloridos “cordones” de seda bendecidos que evitarán que enfermemos de la garganta. ¡Y ni una tos durante todo el año si los portamos en el cuello! En 1804, el ofertorio del Ramo de San Blas alcanzó la cantidad de 1.757 reales. Antaño, la festividad se acompañaba con fuegos de artificio. En 1750, siendo cura propio de Valdeverdeja don José Díaz de la Concha, se gastaron 24 reales en el lanzamiento de cohetes.

Hasta hace no tanto, san Blas se festejaba hermanado a la fiesta de Las Candelas o de La Luz (Purificación de la Virgen y Presentación de Jesús) y, prolongando la misma, san Blasito; el día anterior y la fecha postrera, respectivamente. Todo amenizado con un gran baile o dos, si era menester. La procesión de La Candelaria era presidida por la  magnífica imagen de la Virgen del Rosario con una vela encendida (dos, en tiempos más recientes) en alusión a Cristo, Luz del mundo. La Virgen ofrecía una rosca con los pichones, cuya “hechura” en el año 1777 importó 18 reales, como refiere don Pedro Sánchez de Oviedo, a la sazón párroco de la villa y mayordomo de la Cofradía del Rosario. El séquito que acompañaba la marcha profería: “Si la candela implora, ya está el invierno fuera. Y si no, ni dentro ni fora”. Es decir, si el pábilo se mantenía encendido durante todo el trayecto, era signo de la benignidad del invierno o de su pronta finalización, de un año abundoso en cosechas y de que las desgracias no se cebarían con el pueblo.

Desde estas páginas deseamos a todos los verdejos, de nacimiento y corazón, que:

“Por intercesión de san Blas, les libre Dios del mal de garganta y de cualquier otro mal”

 

 © Esperanza Martín Montes

Historiadora del Arte

Agosto de 2018