Desde el año 1749 y, a propuesta de su ministro Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, el rey Fernando VI ordenó que se hiciera un catastro o averiguación para obtener información de la riqueza de los quince mil lugares que formaban todas las provincias de la Corona de Castilla. En el Catastro de Ensenada se recogieron detalladamente los oficios, rentas, ganados, edificios, hospitales… de cada población. Una de sus secciones, las Respuestas Generales, constaba de 40 preguntas que debían cumplimentarse por los vecinos. En 1751 se realizó el cuestionario de Valdeverdeja y, según las respuestas emitidas, en las ocupaciones de los verdejos se registran:

1 médico
2 sangradores (hacían sangrías, es decir, abrían o punzaban las venas a los enfermos)
1 boticario
1 escribano
1 maestro de primeras letras
23 arrieros
5 maestros albañiles
4 herreros
12 tejedores de lienzo
6 carpinteros
8 sastres
7 canteros
1 herrador
14 zapateros
8 olleros (fabricaban y vendían ollas y otros enseres de barro)
27 panaderos
2 comerciantes en ganado de cerda (a la sazón, Diego Bentura Pastor y Alonso Ramiro)
78 labradores
248 jornaleros

Además, también se contabilizan:

17 pobres de solemnidad (es decir, los “legalizados”) y 8 clérigos, siendo el cura propio de la villa el Licenciado don Joseph Díaz de la Concha, del que sabemos era natural de Trigueros, en Huelva.

Por aquel entonces la corporación municipal la componían:

Diego González Fraile, alcalde ordinario (ejercía jurisdicción ordinaria)
Gabriel Rodríguez y Francisco Moreno, regidores (concejales)
Martín Rosado, Procurador Síndico General (encargado de promover los intereses de la villa, defender sus derechos y quejarse de los agravios que se le pudieran hacer)
Bernardo González, escribano (secretario del ayuntamiento)

Es una valiosa radiografía de la sociedad y economía verdeja de mediados del siglo XVIII.

Esperanza Martín Montes
Agosto de 2016