Nuestro pueblo lleva siglos celebrando el Carnaval: ¡LA FIESTA DE LAS FIESTAS VERDEJA! Las tradiciones y ritos culinarios han creado su propio sabor en estos ancestrales regocijos de remoto origen precristiano. Tenemos noticia de los integrantes del Escuadrón de las Benditas Ánimas en las Carnestolendas del año 1777 y las viandas que consumieron.
La Soldadesca de Ánimas la formaron dieciséis miembros, todos varones. Se organizaba siguiendo un modelo castrense de jerarquías y grados que deberían recuperarse en las celebraciones actuales. La escala de “mando” contemplaba como rango superior al Maestre de Campo, que debía ser siempre un sacerdote de la villa o, en su caso, «un sujeto de los mas Principales del Pueblo». Le seguían un Coronel, un Sargento mayor, un Capitán y un Teniente. Cargos que ocuparían el alcalde, los regidores y el procurador. Junto con el Alférez, componían la llamada «plana mayor». El Alférez, que debía ser mozo soltero, era el encargado de bailar la bandera y de cuidar «de su aseo y custodia». Completaban la escuadra ocho Sargentos, cuatro casados y cuatro solteros, un Cabo de Escuadra y un Tambor Mayor. Era imprescindible que fueran «de buena calidad y juiciosos» para evitar disputas, estando sujetos a las órdenes —aquel año— del sacerdote don Miguel Francisco Tarabejano, a la sazón el Mariscal de Campo. El abanderado sería Juan Antonio Arroyo y el tamborilero, Miguel Candelo. Aunque solía haber una Escuadra de pequeños o infantil que se regía por la misma estructura y escalafón que la de adultos, aquellos carnavales no hubo.
Después de la misa del Lunes de Carnaval, la escuadra al completo se reunió en la casa del Mariscal de Campo donde almorzaron «una buena olla de Gallos en Pepitoria Arroz con leche y algún postre». En la cena consumieron la mitad de los gallos «que quedaran al medio día, carne, chorizo y demás», según era la costumbre. Los gallos estaban a cargo del Alférez y los Sargentos mozos que los habían «corrido» en la tarde del domingo.
¡¡¡Para chuparse los dedos!!!
El día principal de la fiesta, el Martes de Carnestolendas (o de Quincuagésima) por la tarde, se hizo el acostumbrado convite popular con las preciadas e indispensables frutas de sartén: perrunillas, floretas, mangas… empleándose para su elaboración cuatro cargas de leña que se acarrearon de la Dehesa el sábado precedente. Primero se obsequió a los eclesiásticos de la villa y al alcalde «con todo su Ayuntamiento». Más tarde, la plana mayor fue por la calle de la Estación (hoy Estación-Eras) y el resto de la escuadra se distribuyó por las otras vías de la localidad, donde «sin dejar vecino» convidarían a «pobres y ricos, sin distinción». El convite se acompañaba de vino. Aquel año se encargaron 16 arrobas, algo más de 258 litros.
La ingesta del Miércoles de Ceniza era costeada en su totalidad por el Maestre de Campo. La comida del mediodía consistió en un suculento potaje, pescado guisado, además de «tortillas de Pescado, Pezes, Arroz con leche, y sus Postres». Más ligera, la colación se compondría de una ensalada verde y espárragos cocidos «u otra cosa igual». Como vemos, ambas pitanzas se ajustaban al nuevo tiempo litúrgico de la Cuaresma que en el rito latino acababa de comenzar.
¡¡¡Buen apetito!!!
Esperanza Martín Montes
Agosto de 2017
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